miércoles, 8 de diciembre de 2010

Quiero ver, quiero entrar

Quiero ver, quiero entrar
Nena, nadie te va a hacer mal
Excepto amarte.


Así Charly García, siendo un adolescente, comienza una de sus más brillantes canciones, SEMINARE, grabada tiempo después, con Seru Girán. Es un verso claro. No sé por qué, pero esta canción ha gustado demasiado. Incluso a mí. Podría formar parte del soundtrack de mi vida.
Las intenciones manifiestas del cantante, quedan expuestas bien claramente. Hay algo de detallado y procaz en clarificar querer ver y querer entrar, aunque la motivación se sugiere buena. De todos modos, pocos prestan atención a las letras.
Después, se transforma en un tango, donde la buena intención parece estar en guerra con la maldad que la música nacional nunca le evita endilgar a las mujeres. Entre la mina del tango que se va con el tapado de armiño que el pobre cantante compró, y esta casquivana que solo sentirá el viento que le ofrecerán los dueños de buenas motos, no existe casi diferencia.
Y el remate existencial, donde se asegura que no hay fuerzas ni pociones para el amor, que es el sentimiento más deseado, en contra de la calle de las sensaciones, ubica una vez más al infinito Universo en la esquina de nuestras casas. Filosofía pura.
No hay canción de amor mejor que esta. Por lo menos para mí, que a veces, muy a menudo, me doy cuenta del por qué no podría ser otra cosa que argentino.

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