Tengo la sensación de que la gente cuenta las anécdotas que suele contar más porque les gusta mantenerlas frescas que para interesar al oyente. Por eso cuenta las mismas, y no otras que hasta pueden ser más jugosas.
Conocer a alguien por su anecdotario es difícil. Lo mismo que conocerlo por sus reflexiones, o sus ficciones, sus cuentos o sus dichos en general. El alma está presente, pero hay que ser mesurado en las conjeturas.
Es posible saber algo de la persona a través de sus declaraciones, incluyendo estas de aquí. Pero me parece que en ese caso, lo que se ve de una persona es su reflejo, un indefinido reflejo, como ver la luz de la luna pero reflejada en el mar que a la vez se refleja en un espejo que da en un objeto de metal al que uno mira fijamente.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
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