Esta posibilidad legal de dejar determinaciones para ser cumplidas luego de la muerte nunca fue una institución que he podido comprender. No estoy de acuerdo. Menos aún cuando conllevan algún tipo de explicación, del estilo dejo a X tal suma por cuestiones de afecto. Me parece que tiene el efecto del tiempo de descuento cuando concluye un encuentro deportivo. Es querer postergar los tiempos de la vida cuando los de la muerte son indefectibles.
Más me convence poner cláusulas sin explicación, del estilo dejo a X tal suma, y no agregar nada más. Los motivos, se debieron aclarar en su debido momento.
Mucho menos que esto, me gustan las cartas explicativas, o confesiones para ser leídas luego del fallecimiento, salvo que sean para personas que uno no llegó a conocer de adultas. Pero tampoco sé si en ese caso son válidas. Las condiciones cambian con el tiempo, y el causante no está allí para intentar remediarlas.
No hay otro testamente que la propia vida y la propia obra. Y la obra no mejora con la muerte, sino que se le puede dar otra dimensión. No hay otro testamento; no hay forma de testar que con los hechos y las conductas. en vida.
Se sobreentiende la paradoja. Si la muerte pisa mi huerto, este pensamiento escrito quedará como obra y como testamento que niega los testamentos. Nada hay más contradictorio que un hombre que se cree un preclaro pensador.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
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